Este enfoque permite reducir impactos desde el inicio de la actividad extractiva, distribuir los costes a lo largo del tiempo y mejorar la aceptación social de los proyectos
Por Carmen Pi
Cada vez más empresas mineras están cambiando la manera en que restauran el terreno tras la extracción. En lugar de esperar al final del proyecto para recuperar el paisaje, optan por hacerlo poco a poco, al mismo ritmo que avanza la actividad. Es lo que se conoce como “restauración progresiva” o “cierre progresivo”, una práctica que está ganando fuerza tanto en España como en otros países como Australia, Canadá o Finlandia, donde ya forma parte de los estándares habituales en muchos proyectos mineros.
Este modelo está alineado con las recomendaciones europeas en materia de sostenibilidad y restauración ambiental, recogidas en documentos como la reciente Ley de Restauración de la Naturaleza.
“Este enfoque permite adaptar las acciones de restauración al avance de las operaciones extractivas, absorbiendo imprevistos y cambios en la planificación de la actividad, lo que la hace mucho más efectiva y realista”, explica Beatriz Olmo, directora técnica de la Red de Restauración de Minas y Canteras. Además, señala que “al distribuir los trabajos en el tiempo, se evitan los costes elevados que supone implementarlo todo al final, reduciendo el riesgo económico y financiero, y por tanto también el riesgo de abandono”.

La restauración progresiva no solo supone un menor impacto económico para las empresas. También implica reducir el impacto ambiental y social a corto plazo. “Al actuar desde el principio, se evita que se acumulen grandes superficies dañadas y se facilita que el terreno recupere antes su funcionalidad, su valor”, indica Olmo. “Esto mejora la imagen del proyecto ante la sociedad y genera mayor confianza”, añade.
Pero este cambio de modelo requiere una nueva manera de planificar. “Hace falta una mayor coordinación entre los equipos que extraen el material y los que restauran el terreno, así como un seguimiento continuo para evaluar la eficacia de las técnicas empleadas y, según los resultados, adaptar los siguientes pasos”, asegura Olmo.
En los últimos años, se ha empezado a aplicar este enfoque, actualizando los proyectos de restauración y planes de abandono, incorporando enfoques como la promoción de la biodiversidad o el control hidrológico, definiendo pequeñas cuencas dentro de una gran explotación.
Aun así, la restauración progresiva no es todavía una práctica habitual. Una de las barreras principales es la falta de referentes, unida a la transferencia y la formación. Para impulsar este cambio, desde la Red de Restauración de Minas y Canteras trabajamos para acercar el conocimiento técnico, fomentar una restauración minera de calidad, apoyar a empresas y administraciones y facilitar espacios de encuentro entre profesionales, universidades y entidades públicas.
“Creemos que compartiendo conocimiento y generando alianzas podremos avanzar hacia un sector minero más comprometido y alineado con las necesidades de la sociedad y el cuidado de la naturaleza”, afirma Beatriz Olmo. “Nuestro objetivo es claro: que el cierre de una mina no sea el final de un proceso, sino el principio de una nueva oportunidad”, concluye.