En España, la falta de formación especializada sigue siendo uno de los principales obstáculos para lograr una restauración minera efectiva y con valor ambiental y social
Carmen Pi
La restauración minera es hoy un pilar esencial en la transición hacia una minería sostenible. Pero, aunque la normativa europea avanza con objetivos cada vez más ambiciosos, la realidad del sector evidencia una brecha clara: la falta de formación especializada. Contar con equipos técnicos capacitados para integrar criterios ecológicos y sociales en el diseño y ejecución de proyectos mineros, resulta imprescindible para alcanzar el estándar que la sociedad necesita.
En Europa, la Directiva de Residuos de Industrias Extractivas (2006/21/CE), el BREF de gestión de residuos mineros (2018) y, más recientemente, el Reglamento de Restauración de la Naturaleza (2024), dibujan un camino claro hacia una restauración que no se limite a cumplir la ley, sino que genere “ganancia neta” en biodiversidad y valor social. Es decir, que los proyectos no solo compensen los impactos de la actividad minera, sino que mejoren el estado previo de los ecosistemas —aumentando la superficie de hábitats, favoreciendo especies amenazadas o reforzando la conectividad ecológica— y aporten beneficios duraderos a las comunidades locales, como empleo verde, paisajes de mayor calidad o reducción de riesgos ambientales. El marco existe, pero su aplicación real dependerá de que las y los profesionales cuenten con las competencias necesarias para llevarlo a la práctica.
“La restauración minera requiere competencias muy específicas y multidisciplinares: estabilidad geotécnica, geomorfología aplicada, diseño de cuencas y drenajes, gestión de suelos, evaluación ecológica, gestión de la biodiversidad… La mayoría de los técnicos han sido formados en laboreo, geotecnia o metalurgia, pero no en restauración ecológica”, explica Alessandro Lani, técnico de la Red de Restauración de Minas y Canteras. Esta carencia, advierte, hace que muchos proyectos de cierre “se limiten a cubrir taludes y revegetar superficialmente, en lugar de lograr ecosistemas funcionales”.

La situación no es muy distinta en el ámbito ambiental. “Los profesionales de ecología o medio ambiente rara vez reciben formación especializada en restauración de espacios degradados, y, concretamente, en el ámbito minero”, añade Lani.
Una responsabilidad compartida
La solución, según Lani, pasa por un esfuerzo colectivo que involucre a empresas, administraciones y universidades. “Las empresas deben incluir formación y exigir competencias certificadas a consultores y contratistas; las administraciones garantizar que los permisos de explotación incluyan objetivos de restauración medibles y que su personal técnico tenga la formación adecuada para evaluar el resultado; y las universidades actualizar los planes de estudio incorporando módulos específicos de restauración ecológica”, señala.
En este punto, Lani subraya también la importancia de dotar a las administraciones públicas de más herramientas. “Sin técnicos formados en restauración ecológica, los permisos seguirán evaluándose solo en clave geotécnica, lo que limita la ambición real de los proyectos”, asegura.
La falta de programas específicos en España contrasta con lo que ocurre en otros países con larga tradición minera. “En Australia o Canadá existen itinerarios académicos sólidos en cierre y restauración minera, mientras que aquí apenas contamos con algunas asignaturas o actividades formativas puntuales”, subraya. El resultado es visible: la formación de generaciones de técnicos en rehabilitación de minas en Australia ha permitido que hoy muchas explotaciones cerradas sean paisajes autosostenibles; en Canadá, la capacitación en drenaje ácido redujo significativamente costes y pasivos ambientales; en Finlandia, la especialización en gestión de aguas y relaves fue clave para corregir fallos en proyectos complejos.
“Estos ejemplos demuestran que la inversión en formación técnica especializada reduce riesgos, mejora la aceptación social y aumenta el valor de la restauración”, subraya Lani.
Consciente de este reto, la Red de Restauración de Minas y Canteras ha convertido la formación en una de sus prioridades estratégicas. A través de cursos, webinars y programas a medida para administraciones y empresas, acerca al sector contenidos prácticos basados en los principales estándares internacionales. La creación este año de la Cátedra Red RMC, en colaboración con la Universitat Politècnica de València, refuerza esa apuesta al impulsar investigación aplicada y generar nuevas oportunidades de conexión entre el estudiantado y los retos reales del sector.
El objetivo es claro: que restaurar una mina deje de ser un mero trámite de cierre para convertirse en un proceso de regeneración de paisajes vivos, biodiversos y con valor social.
“La clave está en transferir conocimiento y generar consensos en torno a criterios compartidos. Solo así la restauración minera en España podrá estar a la altura de los desafíos ambientales y sociales del futuro”, concluye Lani.